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Toni Blanco

La sombra del invierno cae sobre el silencio de los muertos

"Hace unos cuantos años quedé profundamente emocionado al ver "Dublineses", la última película de John Huston. Esta se basaba en un relato corto de James Joyce titulado “Los Muertos”. Me sentí completamente identificado con los personajes de la historia. 

Hará unos 6 o 7 años que por casualidad descubrí el pueblo de Belchite entre los páramos semidesérticos que rodean Los Monegros. Me impactó de tal modo, que desde entonces acudo al lugar dos o tres veces al año. La primera vez que pasé por aquellas ruinas estaba atemorizado y confuso. Aquel amasijo de  piedras desprendía tal encanto y energía, que mi cámara se disparaba una y otra vez, hasta agotar los carretes que llevaba encima. Las iglesias destartaladas desprendían una fuerza no humana, parecían querer desgarrar el cielo limpio de la mañana. Era como si un inmenso grito solapado permaneciese oculto a mis miradas y luchase por emerger a la luz del día. Una sensación de angustia, de espera lo envolvía todo. 

Hacía un tiempo magnífico, era verano, pero a mi cabeza acudían las palabras del final del relato de Joyce: "... cae la nieve sobre el universo, cae leve la nieve, como el descenso de su último ocaso, sobre todos los vivos y sobre los muertos". 

Volví a tener la misma sensación años más tarde, un mes de febrero al conocer los valles de la Garrotxa. Aquí si caía la nieve como en Irlanda pero los muertos permanecían en Belchite. 

El "ver" caer la nieve de un personaje sobre los prados de Irlanda, se convirtió en “mi ver" caer la nieve sobre los campos más cercanos a mi existencia, aquellos que sembrados de maíz en verano, aparecían ahora desolados y blancos. Deposité la nieve sobre el maíz y los restos de las cañotas clavadas en la tierra. 

La imagen de un campo de batalla llegó por si sola a mi mente. La destrucción de la vida aparecía en mi memoria unida a la visión del pueblo de Belchite. 

Un paisaje me llevaba a otro, los dos a los relatos de Joyce, a la reflexión sobre el amor. La soledad de las piedras a mi propia soledad. 

Belchite es un espacio que te obliga a reflexionar, que te remueve las entrañas aunque seas incapaz de pensar en sus muertos. El único rincón no fotografiado por mi cámara es su cementerio, lo respeto como símbolo o fruto de la sinrazón del hombre. Al otro lado de sus murallas descansan los edificios devastados, es ahí donde me siento a mis anchas. Con el tiempo van las cosas desapareciendo, se forman amasijos nuevos de ruina y barro. El pueblo está muerto pero de algún modo sigue vivo mientras sus torres y campanarios consigan mantenerse en pie. Cuando se vengan abajo quizá pase todo de una vez al olvido, y quizá se hable entonces del lugar como de un paraíso de leyenda por el que las ovejas paseaban sin rumbo. 

No quisiera dar una imagen arquitectónica fría y calculada, perfecta en sus líneas, del conjunto. Me gustaría reflejar esa atmósfera fuera del tiempo, que ya por si misma pertenece a la historia, a su propio y trágico destino, y unirla con mi propia historia y visión del mundo: 

Dos paisajes y un relato entremezclados al azar y aún hoy sin saber porqué

Toni Blanco