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Mart铆 Rom

Terra seca, 貌xid agre

Hace veintidós años que conozco Francisco Marti Rom. A lo largo de este tiempo he seguido muy de cerca su trayectoria, y he constatado que su principal virtud es la constante dedicación a la escultura. Francisco Martí Rom entiende la creación de volumetrías como una fidelidad a un proceso que se genera en las manos del artista, traduciendo la intuición del creador. En ningún caso se convierte en una escultura mental, conceptual o justificada ideológicamente contrario, él necesita sentir los atributos del oficio, la perspectiva de las herramientas y la proximidad del taller. Disfruta más entre soldaduras y ensamblajes, que entre las páginas de los libros que argumentan las pautas de conducta. Es con pureza un escultor intuitivo, que se deja llevar por los caminos que le indican los materiales. Estos son al fin su abecedario, objetos descontextualizados que lo atraen por la forma o la textura, como un gesto que recorre hasta componer, manipulándolos, nuevas formas, tótems y figuras que elogian los valores del collage, del encuentro provocado o accidental.

Fuertemente arraigado a la pervivencia de la memoria de las cosas, del paisaje y de la tradición contemporánea de las artes, cree en la trascendencia del Arte, como un lenguaje que se expresa con sutileza, con la misma intensidad que reclamaba Salvat Papasseit y, más que nadie, Joan Miró. La génesis de su proceso no es lejos tampoco del impacto de la intuición que reclama también Josep Guinovart, ni de la mirada acostumbrada a despertar la distancia breve entre universalidad y arraigo que los visitantes del Espacio han abastecido. Su proyecto de "tierra seca y óxido agrio" se encontrará cómodamente integrado, recordándonos que la pulsión es el arte, lo que la memoria al paisaje,
 

Josep Miquel García
Delegado de Artes Plásticas Generalidad de Cataluña