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Francesc Torres

La visita de Munchausen

El pueblo viejo de Belchite fue frente durante la Guerra de España.

Cambió de manos tres veces. Primero fue tomado por los fascistas, después reconquistado por los republicanos y retomado de nuevo, finalmente, por los que ganaron la guerra. Hubo muchos muertos, algunos sepultados en el lugar donde cayeron. El ataque republicano fue liderado por los voluntarios estadounidenses de la Brigada Lincoln dirigida por Robert Hale Merriman, profesor de ciencias económicas en la Universidad de Berkeley. Murió más tarde durante la retirada del Ebro.

El pueblo viejo de Belchite nunca se reconstruyó. Se levantó por decreto un nuevo pueblo al lado del viejo, como mano de obra se emplearon prisioneros de guerra del ejército vencido. Cincuenta años después de la batalla que distinguió a Merriman, en 1987, Terry Gillian, miembro fundador de Monty Python, dirigió una película tituladaLes aventuras del Barón Munchausen, que utilizaba el viejo Belchite como escenario natural. Necesitaba una antigua ciudad europea destruida por la guerra y Belchite constituía una escenografía ready made imposible de superar con cartón piedra, pero no de completar con artificio donde fuera necesario.

Pude fotografiar el resultado de aquella barbarie el día siguiente del final del rodaje antes de que se lo llevaran todo. Estas imágenes muestran lo que vi. El pueblo parecía un cadáver maquillado y vestido de payaso. Reproducciones muy realistas de edificios, murallas y paredes de yeso sustentadas permeccano tubo, todo construido para verse frontalmente, habían sido añadidas en varias partes. Cañones, balas de artillería, ataúdes, falsos artefactos de asedio y asalto permanecían alrededor del perímetro del pueblo junto a la basura de todo tipo. Los edificios originales en ruinas habían sido pintados con spray para parecer ennegrecidos por el humo de los incendios y la pólvora. Los interiores de los edificios también habían sido pintados para ocultar el color añil típico de la región y para hacer la impresión de estar empapelados. Se añadieron antiguallas para rematar el efecto. Ante la misma iglesia que Merriman había atacado en el frente de sus hombres como último reducto enemigo, se había erigido un madero en el que colgaban meciéndose por el viento tres nudos de horca.

La guerra como simulacro, la historia como chiste. Memoria, sacrificio y sufrimiento profanados por estériles bufonadas sobre tumbas sin nombre. Sólo los imbéciles se toman las cosas en serio.

Francisco Torres
febrero 2007