La obra de Jordi Alcaraz tiene vida propia: nace, crece y respira por sí misma. Todas sus obras son fruto de una fuerza ignota que las empuja a ser como son. El misterio se nos revela ante nosotros del mismo modo que se hace presente en el brote tierno de un árbol, en un golpe de viento o una helada. La tinta —contenedora de todo lo imaginable— mana incesantemente y desciende como un magma oscuro sobre el blanco. Las sombras se ensanchan y se dilatan. Las líneas de los dibujos sobrevuelan las estepas albas del papel.

Alcaraz nos adentra en el mundo de lo intangible. Hace visibles las presencias que ya no están pero que todavía permanecen, las sombras que huyen por miedo a ser vistas, las cosas que podrían ser y nunca serán. Sus obras son hechos, presencias que viven, y nadie sabe por qué. Toda su obra está sostenida por un extraño equilibrio, por una fragilidad misteriosa que lo llena todo.

Bernat Puigdollers
Comisario de la muestra