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Laurent Jiménez-Balaguer

Cicle Invasions subtils...

Conocí Guinovart en la Escuela de Bellas Artes de la Llotja de Barcelona, ​​entre los años 1941 y 1944. Yo tenía trece años y él, catorce. Cuatro cursos consecutivos que fueron para nosotros, casi niños, el principio de una fuerte amistad ... Junto con Amadeo Plaza, éremels tres amigos íntimos.
En este periodo, Guinovart y yo íbamos muy a menudo (durante los fines de semana) a pintar al aire libre, en Monistrol (Montserrat). En 1946, nos inscribimos juntos los cursos de dibujo del FAD (Fomento de las Artes Decorativas). Más tarde, en el Círculo Maillol del Instituto Francés de Barcelona. En 1952, Guinovart obtuvo una beca y se fue a París. Junto con Víctor M. de Imbert, nos encontramos varias veces, sobre todo con ocasión de la III Bienal Hispanoamericana de Arte (1953). Nuestra último encuentro fue en París, en la Galería Lina Davidov, con motivo de una exposición su personal. Conozco muy bien la trayectoria artística de Guinovart. Nuestro diálogo ...? Personalmente difícil. Para mí, Guinovart siempre ha representado y ha sido arraigado a su tierra. Yo he querido y he luchado siempre por un arte internacional. Pero su carácter y mi correspondían a una voluntad de triunfo ... sabíamos lo que queríamos y nos empeñarse siempre a conseguirlo. Hoy, en este encuentro espiritual, una muy fuerte abrazo a Guinovart, un hombre apasionado ... y una limpia admiración hacia su obra, de una fuerza plástica vital.

Laurent Jiménez-Balaguer (Boulogne-Billancourt, 23 de septiembre 2012)

En este exposición, dentro del ciclo «Invasiones sutiles», hemos querido invitar al Espacio Guinovart de Agramunt el artista Laurent Jiménez- Balaguer (L'Hospitalet de Llobregat, 1928) para que una pequeña muestra de sus piezas, tres obras que provienen del Museo de L'Hospitalet, dialogue con una selección de piezas de «Proyecto de mirada» (1996), de Josep Guinovart, en una auténtica invasión sutil plástica y poética de ambos mundos creativos. Amigos y compañeros desde la década de los años cuarenta, Jiménez-Balaguer y Guinovart se iniciaron en una figuración esquemática y ingenuista que rehuía los estereotipos obsoletos del arte de posguerra. Vivieron juntos los tiempos de los estudios en la Lonja, los cursos y las actividades del FAD, las reuniones del Círculo Maillol del Instituto Francés de Barcelona. Participaron en exposiciones como los Salones de Octubre y la III Bienal Hispanoamericana de Arte. En la década de los años cincuenta, descubrieron el grito de libertad que suponía el informalismo, aunque sus temperamentos los llevaron a recorrer senderos estéticos diferentes. Después, vino la distancia, Barcelona y París, el arraigo al territorio y al momento histórico que se vivía en España versus la búsqueda de un lenguaje sígnico universal centrado en la memoria y el cuerpo. Años más tarde, sin embargo, nos queda el testimonio de dos trayectorias artísticas incontestables, de dos temperamentos artísticos que han partido de la materia para rebasarse la, que han creado un lenguaje propio para hablar una nueva lengua, que han partido de lo real para construir una obra que busca en el misterio.

No es casual, pues, que en la obra de Jiménez-Balaguer podamos encontrar algunos elementos que también observamos en obras de Guinovart: óvalos, remolinos y espirales, cruces abatidas, cuadrados rasgados o la forma del infinito. Las tres obras que presentamos al Pequeño Espacio de Agramunt responden a dos momentos cronológicos diferentes en la trayectoria de Jiménez-Balaguer: a Sans titre (1956), el pintor consolida la articulación de un lenguaje abstracto atrevido y rompedor, cuyo Tharrats destacó la voluntad de «levantar el telón de la naturaleza, por su afán trascendente de descubrir un misterio que gravita en lo universal»; las otras dos piezas, Le temps quien fuit (2001) y El Espagne en moi (2002), a pesar de la distancia temporal y estética, responden al mismo deseo de captar la inaprensible, de convertir en materia el misterio, de ligar o cubrir el espacio para hacerlo visible. Tal como lo define Albert Mercadé: «Un totémico esfuerzo de control y depuración del caos que provoca que su obra termine concretándose en simbologías que tienden a las formas concretas, aunque no de concepción digamos euclidiana, sino más bien de geometría natural, casi cósmica ».

En ambos creadores, Guinovart y Jiménez-Balaguer, se manifiesta una trascendencia metafísica que los lleva a crear enigmas plásticos de una fuerza demoledora que permite vislumbrar, desde un punto de partida concreto (materia, espacio, tiempo ...) elementos que huyen y traspasan toda concreción.

Silvia Muñoz de Imbert
Historiadora y crítica de arte