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Jordi Isern

In corpore

Con este título quiero subrayar la aparente contradicción que puede darse en el arte actual, para aclarar a continuación que todo arte es abstracto -lo ha sido a lo largo de la historia, salvo algunos momentos de decadencia, hasta el Renacimiento , y toda abstracción lo es, en principio, de algo real. Sabemos, además, que para penetrar en lo que puede haber, hay en el fondo de la realidad -antes de llegar al vacío último, debemos enfrentarnos con la superficie. La profundidad está en la superficie, dijo sin embargo alguien. No podemos ahorrarnos de mirar con los ojos, hasta que llega el momento de hacerlo con todo el cuerpo y el alma -y sigo empleando las palabras para entendernos y no por entenderlos, como decía el maestro Carlos Riba.

La cuestión es que me quiero referir a la obra de un artista que sabe mirar y ver, y que esta capacidad se convierte en el acto de pintar -el pintor no mira y ve y luego pinta, sino que todo se produce a la vez . Los frutos son estas pinturas en las que el autor centra su atención en el cuerpo humano, que toma un profundo sentido simbólico. Todas las obras forman un conjunto, por el tema y por su tratamiento, y cuando nos adentramos en su contemplación y vamos pasando de una a la otra en comprobamos las
diferencias y la autonomía de cada una.

Para calificar este arte podemos hablar de sensibilidad, pero sólo con sensibilidad no se puede hacer arte. Podemos hablar también de sentimiento, aunque, a veces emplear esta palabra, como muchos otros, crea confusiones. Y podríamos hablar de diferentes actitudes, pero preferiría decir que Jordi Isern, porque como sabéis este es el nombre de este extraordinario artista, abre su capacidad de crear toda entera, en una obra de gran profundidad. Lo que él es, lo que sabe y lo que ignora conscientemente, la parte emergente del iceberg que es la psique, y la parte sumergida son las que entran en juego y actúan.

No sabría decir mucho más. Cuanto más profundo y revelador sea un arte, más difícil es hablar de ello, y eso es algo que sabe muy bien el crítico. He ido contemplando todas estas pinturas, y cada vez me he sentido más zambullido en un mundo que era el único mundo. Esto creo que es lo que debe conseguir el artista: que la obra que crea se convierta en realidad entera. Ni que decir tiene que se trata de una empresa difícil, pero cuando contemplamos la obra, cuando nos adentramos, parece natural, casi fácil.

Nos encontramos ante un mundo ambiguo. La ambigüedad es necesaria en el mejor arte. La realidad, las cosas, no pueden ser claras y distintas si se observan con mirada penetrante. Estas pinturas nos hablan de cuerpos; pero el cuerpo, visto con la profundidad de la que hablaba, es símbolo del cosmos, y el cosmos mismo es un ser vivo, y hay una misteriosa relación que los une y llega a fundirlos. Estos cuerpos pintados por Jordi Isern tienen una gama intencionadamente limitada: ocres, tostados, grises. Las formas emergen de un fondo oscuro que nos podría hacer pensar en el caos primigenio de donde sale la vida. Insertos en los cuerpos vemos algunos signos, grafismos y sin embargo algunas palabras, a menudo ilegibles. Centramos la atención en el trabajo que todo esto supone y nos imaginamos el tiempo, la paciencia, el dominio de la técnica y, desde luego, la sabiduría con la que Jordi Isern ha realizado estos trabajos.

Todo está sumergido en el misterio: de estos cuerpos y de estas obras emana una cierta resplandor, los ocres, los tostados y los grises se sobreponen o, en algunos casos, son invadidos por el blanco; pero la oscuridad penetra igualmente, como recordando que la vida es algo precaria, que el ser humano, como cualquier ser, tiene algo de fantasmal. Sin perder -sin embargo- su carácter vivo, fulgurante y maravilloso, que el artista ha sabido reflejar.

J. Corredor-Matheos