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Rafael Canogar

Obra sobre papel

La pintura de Rafael Canogar (Toledo, España, 1935) es una propuesta estética situada entre las fronteras de la sensibilidad y de la razón. Su investigación estética ha sido radical y arriesgada. La radicalidad con que Canogar ha arriesgado en su aventura, su indiscutible decisión de llegar al límite sin tener miedo al vacío, a la caída, seguro de sí mismo y de su obra, son un ejemplo claro de arrojo moral y artística. Ya lo apuntaba Juan Eduardo Cirlot 1961: "La obra de Canogar se desarrolla con una coherencia extraordinaria en un periodo peligroso, en el que la tentación de realizar informalismo per se ha llegado a sobreponerse en muchas ocasiones, incluso todo en artistas dotados, a las esencias pictóricas ". La obra de Canogar sorprende, es material, poética; no es idea, sino sensación de vibraciones cósmicas que manifiestan lenguajes. Su aventura plástica aún no finaliza y, en plena madurez, el artista no deja de evolucionar, de crecer con obras cada vez más sorprendentes.
Formas geométricas, signos, volúmenes que componen un equilibrio plástico. Composición significa conjunción de conceptos: abstracción e informalismo. La primera rechaza, niega y destruye la figura: profanación que vemos, tocamos, escuchamos. El segundo es sorprendente. Ambos seducen, se niegan entre sí. Su poder expresivo es precisamente la imposibilidad de decir. La pintura es silencio, irrupción de la realidad. Desde esta perspectiva, podemos observar la obra de Canogar y poder ir más allá de ella misma.
Evoca mitologías y fábulas, es decir, la propia historia, lucha del tiempo contra él mismo. Contradicción de elementos: madera y papel, forma y línea, luz y espacio. Enfrentamiento de dualidades contradictorias. Canogar converge entre fuerzas, suspende gravitaciones, áreas de silencio poético. La exploración pictórica se resuelve en la perforación de la poesía. Mito y realidad. Entender es escuchar, comprender lo que convoca el espacio. El artista dice Octavio Paz- es el traductor universal. [...]

El arte de Rafael Canogar es eco, peregrinación y resplandor. La pintura es, como decía anteriormente, equilibrio, convergencia. Pacto y pausa. La magia -dice Cassirer- es la fraternidad de seres vivos, porque se fundamenta en la creencia de una energía o de un fluido universal. Canogar es heredero de esta tradición y conoce el silencio. La materia es su voz inédita.

La pintura no tiene herencia: hay afinidad, conquista. Canogar tomó, descubrió y transformar. Esta afirmación confirma, define. Su pintura es respuesta espontánea a la realidad de nuestro momento histórico, se advierte en todas sus épocas un encuentro y un alejamiento con el arte moderno. Cada cuadro del artista es un signo del espacio y cada símbolo es una forma, comunicación que debemos descifrar. Su obra reciente es un emblema -nombre poético- místico, alquimia que converge entre equilibrios distantes, tráfico que forma parte del proceso circular de la obra pictórica. Cada una de las obras de Canogar es, como un vacío interminable, un signo diverso y poético del espacio que me hace imaginar una trayectoria artística capaz de transformarse y nació sin rasgos estéticos ni límites históricos. Pocas veces en la historia del arte contemporáneo un artista puede reinventarse a sí mismo como lo ha hecho Rafael Canogar a lo largo de estos más de cincuenta años de producción plástica.

Miguel Ángel Muñoz
comisario