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Agramunt a Guinovart

Josep Guinovart.

"Yo estuve en Agramunt los años 1937-1938, en plena Guerra Civil. El primer bombardeo de la villa determinó la huida hacia el campo, donde vivimos muy juntos, abuelo, madre, tías y hermanos, en una cabaña. Esto obligaba a mantener una relación directa con la naturaleza, así como con elementos, cosas, herramientas, animales. [...] Bien entrados los años 70 o principios de los 80, por razones familiares y de amistad, retomo el contacto con Agramunt, después de mucho tiempo. Entonces fui descubriendo las fuentes, el origen de ciertas estructuras de mi lenguaje; obsesiones, materiales como la tierra, la paja, el grano. La identificación con las geografías y los entornos áridos. La posibilidad de este Espacio me da el entusiasmo para hacer coherentes idea y sentimiento. No he pretendido hacer un museo, sino una obra que pertenezca a Agramunt, a su entorno, a sus habitantes, a estas tierras ya sus estaciones: simplicidad desde el verde de la primavera hasta los dorados de los trigos del verano, los rastrojos del otoño roja en la gama fría y brumosa del invierno. Agramunt, más Segarra que Urgell. Con el misterio quieto de la cuenca del Sió ".

Josep Guinovart

Si de algo eres consciente cuando conoces el Espacio Guinovart de Agramunt y, posteriormente, te adentras en su historia y su actividad diaria, es de que la obra de Josep Guinovart no sólo está presente de forma evidente, sino que existe un vínculo profundamente intenso entre su obra y Agramunt o, tal como escribió Guillem Viladot, su obra transmite una «comunión intensísima con Agramunt».

La persona y el arte de Guinovart no sólo son obra materializada en un espacio, sino que se han convertido en símbolo compartido por unos habitantes que han sentido como suyo un lenguaje que hacía referencia a su realidad pasada o presente, una manifestación artística en la que son protagonistas la tierra, el trigo, las herramientas del campo, el tiempo, las estaciones, la lluvia, el sol, la luna y las estrellas, pero no desde el punto de vista alejado y idealizando de quien desconoce el mundo del campo, sino desde la visión de aquel que lo ha conocido a fondo y ha quedado cautivado: un mundo de belleza dura y árida, de lucha y esfuerzo constantes.

Por este motivo, la obra de Guinovart que puede verse en el espacio que abrió en Agramunt en 1994 ha pasado a convertirse en aquel «homenaje a la colectividad» del que hablaba Viladot, un auténtico reconocimiento a todo un pueblo que, al mismo tiempo, ha acabado reconociendo en este espacio y en esta obra, haciendo les suyos.

Cinco años después de la muerte de Josep Guinovart, ha sido Agramunt quien ha querido recordarlo y homenajearlo a través de su obra, han sido sus habitantes, a través de asociaciones, entidades y grupos diversos, los que han escogido las obras que quieren que estén presentes en el Espacio, en una especie de comisariado colectivo y compartido que ha hecho revivir la memoria del artista.

Este homenaje coral y multitudinario en el que se ha vertido tanta gente no sólo es para recordar la persona de Josep Guinovart, sino también para darnos cuenta de que, a través de su obra, Guinovart se convierte en algo presente para todos aquellos que participamos en el homenaje, convirtiéndose en símbolo de un encuentro único y mágico: el encuentro del arte y la tierra, de Guinovart y Agramunt.

Silvia Muñoz de Imbert
Historiadora y crítica de arte