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Guinovart

Umbrales

La trayectoria de Josep Guinovart se caracteriza por una experimentación constante. Su espíritu inquieto lo llevó a pisar terrenos artísticos hasta entonces inexplorados. En un momento difícil de falta de libertades como el de nuestra posguerra, consiguió traspasar los límites de la tradición, eliminar la frontera de los géneros y romper los corsés de la técnica.

Un umbral es el límite entre dos (o más) realidades. La pintura no deja de ser, al fin y al cabo, un espacio intermedio, una puerta o una ventana que nos permite entrever la vida que late al otro lado de la tela. No decimos nada nuevo si afirmamos que la obra de Guinovart —por su vitalismo y por beber constantemente de la realidad y la naturaleza que lo rodeaban— se aproxima mucho al pulso y al ritmo de la existencia. A menudo vemos referencias a los umbrales propios de la vida: nacimiento y muerte, noche y día, grito y silencio…, o a las estaciones del año, bien representadas en el mural que preside el Espai Guinovart.


El artista era consciente de todo ello, y es por este motivo que trabajó a menudo y con multiplicidad de registros el concepto de umbral. Frecuentemente vemos como sus obras se encuentran en el umbral de la palabra y la imagen, del trazo y la letra, de lo visible y lo invisible, de la forma y de lo informe. A veces encontramos representaciones evidentes y literales: una puerta, una ventana, un orificio oscuro y profundo. Otras veces, un espejo nos abre la puerta a una nueva realidad invertida y un trigo maduro que a penas germina se contrapone a la muerte que habita en las cuencas de una calavera. Son, al fin y al cabo, múltiples caras de un mismo poliedro, caminos que nos sitúan en el umbral del abismo, a las puertas del misterio. 

 

Bernat Puigdollers
Comisario de la exposición