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Diferents Mirades

Josep Guinovart.

«Una mirada te puede impresionar más que la belleza de unos ojos.»
Mercè Rodoreda

Como nos miramos el mundo? ¿Qué información captamos con el sentido de la vista? De qué manera las piezas asoman al espectador? Si ellas pudieran hablar ...

Josep Guinovart comienza a mirar la realidad a través de sus pinceles en la década de los cuarenta. Combinaba las clases nocturnas de la Escuela de Artes y Oficios con el trabajo familiar: pintor de paredes. Ambas disciplinas se retroalimentaban, y con estos estímulos el joven artista fue cultivando los primeros estadios de su larga trayectoria artística.

Los principios fueron figurativos; buena parte de las obras de la exposición son de este período. Formas jóvenes, que buscan definirse todavía acarician el papel, en busca de objetivos. Tal y como afirmaba Corredor-Matheos, «tiene una enorme voluntad de aprender y afirmarse, social y artística, y dispone de dotes plásticos extraordinarios y de una gran intuición».

Entre esos ojos que nos miran desde las obras, evolucionamos cronológicamente mientras el artista narrándonos la realidad que vive. En unos inicios, observamos la influencia del estilo románico: líneas claras, Ígur planas y ojos grandes que observan y vigilan el fiel. Esta admiración por el arte del siglo XII quedará retratada para la posteridad gracias a la fotografía tomada bajo el ábside de Sant Climent de Taüll, entonces ya ubicado en Barcelona. Guinovart, acompañado de Modest Cuixart, Marc Aleu, Antoni Tàpies, Joan Josep Tharrats, Jordi Mercadé y Jaume Muxart, sonríe a la cámara de Catalán-Roca, que inmortaliza esta conexión. Estos mismos ojos románicos miran bajo la sombra de Picasso, un maestro siempre presente en Guinovart. Es así como un cubismo tímido se deja ver en alguna obra. Un retrato de un torero nos muestra que el artista también plasmó esta práctica; como decía Monet, es uno de los espectáculos más bellos, más curiosos y más terribles que se puede ver, pero con un universo que abruma los creadores.
Su estancia en París lo hace dialogar con nuevas formas, mientras va perdiendo la figuración. Picasso sigue siendo una influencia presente, pero esta vez con las figuras tensas del Guernica, las que vemos en una serie de piezas creadas en diferentes épocas, que nos muestran ojos cerrados, vacíos y negros.
Miradas que el artista ha matado. Esta ausencia de visión se contrapone a todo de ojos -aunque con líneas románicas que surgen de una multitud. Una multitud que observa, opina y se mueve.

La exposición avanza sin perder la sensación de ser observados por piezas llenas de historias y anécdotas,
experiencias que Guinovart quiso perpetuar con sus pigmentos. Las esculturas proyectan una mirada, los ojos de Dalí se repiten oníricamente sobre el azul de su Portlligat y, para terminar, hay ojos que provienen de la naturaleza, como semillas, huevos o búhos, que no quieren perderse ningún detalle de eso tan interesante que es la vida.