En Nochebuena de 1975 murió Dolors Bertran Porta, nacida en Agramunt, la madre de Josep Guinovart Bertran, y, por lo tanto, mi abuela. Dicha muerte marcó un antes y un después en nuestras vidas y sin lugar a dudas en la obra de mi padre, Guino. 

En 1976, buscando la forma de anestesiar el dolor de la muerte de la madre, de la abuela Lola, y huyendo de los recuerdos estrechamente vinculados a las fiestas navideñas, mi padre decidió llevarnos a Argelia, donde el 25 de diciembre es un día cualquiera. 

Era su primer viaje al norte de África, en realidad, su primer viaje a un mundo que hasta entonces le era muy ajeno. Lo que él no sospechaba ni intuía era que aquella huida iba a reconectarlo con un paisaje que ya formaba parte de su ADN: Agramunt. 

Tal vez fue la fragilidad anímica del momento, tal vez fue porque la tierra lo interpeló directamente, pero lo cierto es que Guinovart, al pisar tierras argelinas, se sintió en casa. La arena, los paisajes, los colores, la arquitectura de los pueblos... todo lo emocionó, lo sacudió y lo transportó de nuevo a la tierra árida, al sol de junio y a sus recuerdos de infancia estrechamente vinculados a la tierra agramuntina. 

Y de la sacudida nacieron estas piezas que hoy exponemos, obras que nos hablan del norte de África, pero al mismo tiempo de Agramunt, del Urgell de Ponent, de donde el artista se sentía i se sabía cerca de la madre. Como si de un cordón umbilical se tratara, Argel nutre Agramunt y Agramunt nutre Argel, y ambos nutren a Guinovart. 

Tierra, tierras, madre, vivencias y emociones se traducen en estas obras que ahora, por primera vez, se exponen en el Espai Guinovart de Agramunt. 
Bienvenidos a Tierras, mil paisajes, pero unas únicas raíces. 

Maria Guinovart 
Comisaria de la exposición