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Anhelos de libertad

Josep Guinovart

La obra de Guinovart se caracteriza por su espíritu libre. Desde sus inicios artísticos se afanó por romper con los límites del academicismo y encontrar nuevas vías de expresión más allá de las directrices aprendidas. Sin embargo, desde mediados de la década de los sesenta del siglo XX, Guinovart vive un crecimiento plástico y personal acompasado con los cambios sociales que se vivían mundialmente durante aquellos años. A pesar de que nos encontrábamos todavía bajo la dictadura franquista, empezaban a balbucear nuevas maneras de entender el mundo y la vida y a tomar forma nuevas actitudes filosóficas e ideológicas entre la juventud del momento, que hallarán eco en los hechos acaecidos en París durante el mayo de 1968. 

Este proceso de cambio es muy visible en la obra de Guinovart desde principios de los años sesenta. El artista, atento a los cambios sociales y políticos, empieza a abandonar la severidad y el dramatismo de su etapa informalista para dar paso a una abstracción mucho más vital -en ocasiones, teñida de hedonismo- que permite entrever los nuevos rumbos de su obra. Como dice Georges Perec en su libro Las cosas: una historia de los años sesenta, a toda esa generación «les parecía que dominaban cada vez más sus deseos: sabían lo que querían, tenían ideas claras. Sabían lo que constituiría su felicidad, su libertad». 

Ese anhelo de libertades va unido en la obra de Guinovart a un proceso de toma de conciencia. A partir de ese momento empieza a implicarse activamente en movimientos políticos clandestinos contra el régimen -pensamos, por ejemplo, en sus grabados para Estampa Popular- y pone su obra al servicio de todos para reivindicarse y reivindicarnos social, política y culturalmente. Estas reivindicaciones individuales y colectivas pasan por poder hablar de todo sin tabúes, y es así como empiezan a tener presencia en su obra temas como la sexualidad, la lengua, la política… Actitudes que deberían ser normales pasaban a ser -en un contexto de dictadura- actos de militancia, de afirmación y reivindicación. El artista deja de ser un misántropo recluido en su taller para tomar partido en la sociedad, y es así como su obra llena las calles a través de carteles, discos y libros para reivindicar sus libertades y las de todos sus conciudadanos. 

El espíritu de protesta da paso, también, a una nueva figuración, un nuevo realismo que a la vez pone encima de la mesa reflexiones de rechazo hacia un capitalismo feroz y creciente, en contra del consumismo y la seriación; reivindicaciones que, a pesar de los años, todavía son vigentes y nos tocan de cerca. 

Bernat Puigdollers 
Comisario de la exposición